No hace mucho, mis pasos y, quizás, mi mente, vagaba a su aire por tierras del norte. Era un paisaje hermoso, sencillo, sin llegar a ser abrumador.
Hiciera lo que hiciese, siempre acababa allí. Por mucho que intentara desviar mi camino, siempre sería mi refugio. Me protegía de las malas lenguas, de los insultos, de las sombras del pasado que no dejaban de perseguirme. Su sencillez me envolvía, su verdor me resguardaba e inspiraba palabras que quedaban registradas y nunca se olvidaban.
Era más antiguo que el tiempo y contaba su propia historia. Narraba los primeros días de la Tierra, sus primeros pasos en la evolución, innumerables batallas de hombres enfurecidos por su país, romances...¡Ay, cuántas historias de amor!
Al cerrar los ojos oigo el susurrar del viento, el sonido, muy lejano, de los pájaros, y a mi vera, el discurrir de un pequeño riachuelo.
Una corriente de aire frío me hace despertar, tengo que apurarme. Con esto en mente continúo mi camino. Ya no estoy tan absorta en mis pensamientos, por lo que no me cuesta mucho percibir que ya no estoy sola. El aire ya no es el mismo y me apremia a ir más rápido.
El paseo se convierte en una carrera en un abrir y cerrar de ojos. Una sensación de inquietud recorre mi cuerpo de pies a cabeza. El impulso de girar la cabeza y mirar a mi perseguidor es superior a mis fuerzas, pero intento contenerme. No me beneficiará hacerlo, sólo conseguirá retrasarme.
Cuando el sol comienza a esconderse tras las colinas y las sombras aumentan de tamaño consigo meterme en una de ellas. Ya abandonado el camino principal, continúo campo a través, por un sendero invisible bajo la maleza.
No temo perderme, pues conozco el bosque como la palma de mi mano, pero la noche cambia los sitios y hace perderse al más novato. A pesar de mi maniobra no consigo despistarle, me sigue con pies de plomo y sin ninguna consideración hacia mi.
Cada vez lo siento más cerca, ya no hay escapatoria, mi respiración se acelera debido al esfuerzo, y mi confianza se debilita.
Parece que ya no podré huir mucho más, mis piernas me recuerdan que tengo un límite de resistencia.
Finalmente, la realidad me alcanza y mi sueños,...de mis sueños sólo queda la huella que yo misma imprimí sobre el papel.
Hiciera lo que hiciese, siempre acababa allí. Por mucho que intentara desviar mi camino, siempre sería mi refugio. Me protegía de las malas lenguas, de los insultos, de las sombras del pasado que no dejaban de perseguirme. Su sencillez me envolvía, su verdor me resguardaba e inspiraba palabras que quedaban registradas y nunca se olvidaban.
Era más antiguo que el tiempo y contaba su propia historia. Narraba los primeros días de la Tierra, sus primeros pasos en la evolución, innumerables batallas de hombres enfurecidos por su país, romances...¡Ay, cuántas historias de amor!
Al cerrar los ojos oigo el susurrar del viento, el sonido, muy lejano, de los pájaros, y a mi vera, el discurrir de un pequeño riachuelo.
Una corriente de aire frío me hace despertar, tengo que apurarme. Con esto en mente continúo mi camino. Ya no estoy tan absorta en mis pensamientos, por lo que no me cuesta mucho percibir que ya no estoy sola. El aire ya no es el mismo y me apremia a ir más rápido.
El paseo se convierte en una carrera en un abrir y cerrar de ojos. Una sensación de inquietud recorre mi cuerpo de pies a cabeza. El impulso de girar la cabeza y mirar a mi perseguidor es superior a mis fuerzas, pero intento contenerme. No me beneficiará hacerlo, sólo conseguirá retrasarme.
Cuando el sol comienza a esconderse tras las colinas y las sombras aumentan de tamaño consigo meterme en una de ellas. Ya abandonado el camino principal, continúo campo a través, por un sendero invisible bajo la maleza.
No temo perderme, pues conozco el bosque como la palma de mi mano, pero la noche cambia los sitios y hace perderse al más novato. A pesar de mi maniobra no consigo despistarle, me sigue con pies de plomo y sin ninguna consideración hacia mi.
Cada vez lo siento más cerca, ya no hay escapatoria, mi respiración se acelera debido al esfuerzo, y mi confianza se debilita.
Parece que ya no podré huir mucho más, mis piernas me recuerdan que tengo un límite de resistencia.
Finalmente, la realidad me alcanza y mi sueños,...de mis sueños sólo queda la huella que yo misma imprimí sobre el papel.
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