domingo, 13 de septiembre de 2009

La naturaleza en la gran ciudad

Todo empieza con unas pocas gotas de lluvia, como unas suaves lágrimas sobre la tierra. Las nubes se juntan y oscurecen preparándose para lo que va a venir. Tin, tin, tin. La lluvia sigue cayendo suavemente a través del cristal. Su melodía va aumentando de velocidad poco a poco. El palpitar de mi corazón se pone al son de esta armonía latiendo sin parar.

A lo lejos, muy lejos, se escucha un leve trueno, a penas un leve rugido. Un anticipo de lo que está por venir. Una luz, igual de suave que el trueno, va aumentando de intensidad. Su frecuencia crece a la par.

Cada vez más juntos y con más fuerza se acercan hasta mí. Un ensordecedor rugido precede a una cegadora luz. Ya están encima, no hay vuelta atrás.

Mi respiración se vuelve más superficial a la vez que se acelera junto al palpitar de mi corazón. Fuerza, ímpetu, violencia, no dejará nada atrás. La tensión se siente en el aire haciéndome un nudo en mi interior.

Cierro lo ojos para sentirla mejor. Mis párpados no pueden evitar notar la luz intermitente que llega hacia mí. Apretando la mandíbula quiero sentir su intensidad. Pongo la mano sobre el cristal que, a pesar de su grosor, me permite notar el golpear de la lluvia. Pum, pum, pum. Es rítmico golpeteo se asemeja al redoble de un tambor.

Quiero salir fuera, sentirlo en mi interior. Sentir como las gotas se deslizan por mi piel y me acarician, a pesar de su fuerza, con suavidad. Se que no me harán daño.

Ya están aquí, me olvido de respirar. Mi corazón late y late sin parar. Descargan toda su rabia sobre mí. Mi piel se excita anhelando su contacto, sabiendo lo que va a sentir. Todo se vuelve primitivo a través de mis ojos cerrados. Furia, rabia, todo está aquí.

Poco a poco va menguando, y recuerdo tomar una profunda bocanaza de aire. Todo se acerca al final. Mi corazón sigue saltando en mi pecho, todavía no siente que va a acabar. Mi respiración se va profundizando a medida que la tormenta se va.

Abro la ventana para sentir de nuevo las lágrimas sobre la palma de mi mano, recuerdo de lo que acaba de pasar. El aire huele a humedad y hierbabuena, procedente de mi jardín. A pesar de lo oscuro que sigue el cielo, ya no lloverá más.

Solo espero la próxima lluvia que haga mi corazón palpitar.

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